sábado, 28 de febrero de 2009

The Lord of the Rings.



(…o de los Círculos)

No eres mi primer círculo, pero espero que seas el último. Ya te hablé alguna vez de aquellos que surgieron como primicias de la adolescencia, y de aquel de hace unos años atrás, tejido por corbatas italianas, coincidencias forzadas, y “cahuines” por los pasillos parroquiales y fuera de ellos; aquel que era la misma cantinela en el mismo organillo, del que cada vuelta de manivela no era sino una inoficiosa vuelta sobre el mismo trillado guión de culebrón venezolano. Quizá si no me hubiese enterado, empero, de todo lo que había detrás, aun seguiría dando vueltas a la manivela del organillo aquel, como autómata.
Esto es distinto.
Esto es un viaje inconcluso, cuya promesa de destino en el folleto era un “quizá”, y que trae, por ende, consigo, cada mañana, la esperanza de volver a verte. Verte por verte, pero con un deseo perpetuo de borrar donde decía “quizá” y escribir otra palabra, de éxito o de fracaso; cualquiera… Pero borrar el “quizá”.
Si pudiera volver el camino recorrido, esta vez no te llevaría al catre de Procusto, antes bien, esta vez me dejaría llevar por ti, al tálamo de deidades dionisiacas.
No me hubiese enlistado en ejército alguno.
Y me enamoraría cada día de ti, por primera vez, muchacha tras la alambrada.
Esta vez –prometido- el ritmo del baile lo pondrás tú. Mi compás sólo sabe dibujar círculos…

miércoles, 25 de febrero de 2009

"Lost"




Abrir las cajas que contienen mi pasado, esta vez, me ha traído a la memoria tres cosas, aparentemente sin mucho en común.
La primera, es aquella primera vez que hice cosas estúpidas de esa forma casi inconsciente, o lo que es peor, de esa forma palmariamente conciente e intencional: Ay, el primer amor.
Una de las cosas absurdas que hice, en esa relación que partió en algún día de enero (sí, como la canción), y que terminó en marzo el primer día de clases (¿deberé mencionar que en enero nos vimos sólo un par de días, y que en febrero no nos vimos?), fue escribir, en su ausencia, luego de esos días de enero, cada día, religiosamente (literalmente) algo para ella, o más bien, le hice una suerte de “log” (como dicen los gringos) o de bitácora (como diríamos erróneamente por acá), anotando prolijamente, cada sentir de cada día… así, todo el resto de enero, todo febrero, hasta el primer día de clases, en marzo. Ay, con el primer amor.
La foto –real- es de aquel melodrama de capítulos diarios, que aun conservo, y que me recuerda que bajo capas de hielo, caspa, papel y malas experiencias, aun late –o latió- un corazón.

La segunda cosa que recordaremos, vinculada a la anterior, es aquella ocasión en que escuché (leí) algo que me escribió alguien muy especial (era una maldita, pero me enamoré de ella), haciendo alusión a su vez a un libro que estaba leyendo, y confesando que ella, estaba emulando a la protagonista, y que cada día me escribía algo… Cuando leí lo que ella estaba haciendo, recordé con estupor, medio embelesado, medio crédulo en la magia y esas patrañas, mi experiencia de los catorce y esa especie de “bitácora” que yo, a mi vez, escribí para alguien, alguna vez, pero no quise mencionárselo, por temor a que pensara que estaba inventando coincidencias.

La tercera cosa que recordaremos, por fin, es “Lost”. Sí, sí, sí; veo “Lost”. Mi atención se centrará, por ahora, en Jack Shephard no porque sea un personaje de mi agrado (tal vez todo lo contrario), sino porque en una ocasión, viendo parte de la Quinta Temporada (bajada de manera inmoral de la inet), como un flash, me vi en ese personaje; no en la parte del heroísmo, del guía, del tipo que a toda costa quiere salir de la Isla (acá los que no siguen “Lost” probablemente se aburran un poco más que los que sí la siguen… mayores informaciones en Wikipedia).
Me refiero al Jack de la Quinta Temporada, el Jack que quiere volver a la Isla, a ese decadente personaje de poco cuidada barba que es viajero frecuente de vuelos intercontinentales, en razón de abrigar –y aferrarse- a la remota y siniestra esperanza de que el avión en que viaja, sufra un accidente, y caiga de nuevo en la Isla.
Ese mismo Jack que busca de manera enfermiza caer de nuevo –re-caer- en la misma isla de la cual tanto luchó por salir.

¿Qué tienen que ver estas tres cosas?
Pues, en que yo me he convertido en un Jack de descuidada barba, tomando todo vuelo que me permita mantener viva la brasa de la esperanza de que volverás; en un enfermo que visita cada lugar de Quillota en que te encontré en el pasado, rogando al Cielo un deja vú, una segunda oportunidad que me permita volver al punto de partida, y volver a tirar los dados. Soy un Jack queriendo caer de nuevo en la mágica isla que son tus brazos, que es tu vida. Un Jack que hoy comienza (como la otra vez –la primera- en que amó hasta con las entrañas), a escribir cada cosa que esa experiencia –que hoy se repite- me sugiera escupir en un papel (o en este montón de unos y ceros que es este lugar)…

lunes, 23 de febrero de 2009

Misantropía: echadle la culpa al examen de Grado!



Estoy a punto de convertirme en un gordo coleccionista de mazos de “Mitos & Leyendas”, en jugador compulsivo de rol, en fanático acérrimo de “Estar Güars” (sí, de los mismos que ven los capítulos en DVD disfrazados de Darth Vader, y que encuentran incoherencias lógicas y de continuidad en la saga).
Me faltan solamente algunos kilos, y algunas páginas de donde descargar porno gratis para mi autosatisfacción (¡si uno quiere que las cosas se hagan bien, debe hacerlas uno mismo, caramba!).
Apostaría a que si toco la piel de otro ser humano (piel que no sea de látex), me dará prurito o algo semejante, o me quemaré como vampiro tocando la Biblia (lugar común en las películas de las que me estoy haciendo fanático, y que arriendo los sábados por la noche, para verlas solo en mi casa, engullendo pizza).
Entre más medios de comunicación tenemos, más solos nos sentimos. Hoy la vida es trabajar en un cubículo de un metro cuadrado, escuchando el ring de sendos teléfonos, viajar en la soledad de las micros llenas, llegar a casa a preparar una “sopa para uno”, mientras revisamos compulsivamente nuestro(s) correo(s), nuestro Facebook y nuestro blog, para terminar constatando que no hay mensaje nuevo alguno.
(Y refrescamos la página cada treinta segundos; no queremos convencernos… Estudiar para el Grado nos condena a la soledad más absoluta).

…Que la Fuerza nos acompañe.

domingo, 22 de febrero de 2009

A rey muerto, rey puesto.















Nunca me gustó mucho eso de Facebook. Ya la idea de revivir relaciones de “amistad” que se habían visto truncadas por diversas razones –todas de peso- me causaba cierta urticaria.
La promesa de ser como un blog, pero con muchas más aplicaciones; la promesa de ser como fotolog, pero con una mejorada red de relaciones sociales pronta a verificar la teoría de los seis grados; la promesa de ser el sucesor de MSN, etcétera, han quedado en sólo eso: promesas.
El “público” de facebook no espera leer lo que leería en un blog, sino sandeces escritas en el muro con esa justa pizca de hipocresía que uno, ciertamente, espera; el “público” de facebook, no busca ver un álbum de fotos, al menos no un álbum de fotos cuidadas y bien enfocadas, luciendo las bondades de la macro de una cámara, sino fotos del último asado, ojalá en traje de baño; en facebook evito conversar con las mismas personas que tengo “sin admisión” en MSN; y he eliminado a varias personas que, en un arrebato de sociabilidad, he aceptado como “amigos” (nótense las comillas). Ni hablar los términos de uso leoninos.
Y no es que uno tenga una bonita o interesante prosa, ni que tome buenas fotografías -ni mucho menos-. La cuestión está en lo que uno quiere, y lo que los demás esperan encontrar, y, por tanto, lo que son capaces de apreciar. El frac es elegante, pero nadie iría con uno a la piscina; o, al revés, a pocos se le ocurriría ir a un alegato (o a casarse) con bermudas y hawaianas. Es una cosa de usos, ante los cuales me rindo (o éstos me avasallan).
¡No hay caso con mi misantropía!
Lo dicho, sin siquiera mencionar un puñado de malentendidos acrisolados en estos espacios virtuales, que quizá dan fe más de mi ineptitud para tratar con mis semejantes que de la ineptitud congénita de facebook para cualquier cosa, pero que, sin embargo, la observación ha de tenerse por hecha.


El caso es que esta cosa no es idónea, ni para hacer amigos, ni para revivir fenecidas amistades, ni para lucir buenas fotos, ni para verter lo que se vierte en los blogs, o en otros espacios, que -como esas gigantescas antenas parabólicas en el desierto- envían señales al espacio, señales que jamás nadie leerá (gracias a Dios).

Hoy comienzan las transmisiones de esta antena.