sábado, 28 de febrero de 2009
The Lord of the Rings.
(…o de los Círculos)
No eres mi primer círculo, pero espero que seas el último. Ya te hablé alguna vez de aquellos que surgieron como primicias de la adolescencia, y de aquel de hace unos años atrás, tejido por corbatas italianas, coincidencias forzadas, y “cahuines” por los pasillos parroquiales y fuera de ellos; aquel que era la misma cantinela en el mismo organillo, del que cada vuelta de manivela no era sino una inoficiosa vuelta sobre el mismo trillado guión de culebrón venezolano. Quizá si no me hubiese enterado, empero, de todo lo que había detrás, aun seguiría dando vueltas a la manivela del organillo aquel, como autómata.
Esto es distinto.
Esto es un viaje inconcluso, cuya promesa de destino en el folleto era un “quizá”, y que trae, por ende, consigo, cada mañana, la esperanza de volver a verte. Verte por verte, pero con un deseo perpetuo de borrar donde decía “quizá” y escribir otra palabra, de éxito o de fracaso; cualquiera… Pero borrar el “quizá”.
Si pudiera volver el camino recorrido, esta vez no te llevaría al catre de Procusto, antes bien, esta vez me dejaría llevar por ti, al tálamo de deidades dionisiacas.
No me hubiese enlistado en ejército alguno.
Y me enamoraría cada día de ti, por primera vez, muchacha tras la alambrada.
Esta vez –prometido- el ritmo del baile lo pondrás tú. Mi compás sólo sabe dibujar círculos…
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