miércoles, 4 de marzo de 2009

Los Idus de Marzo


El tres de marzo de 1985 hubo un terremoto en Chile.
Ignoro qué grado, no recuerdo mayormente sus implicancias.
Bien recuerdo, eso sí, las réplicas de otro terremoto de marzo, naciente también en el primer tercio de este mes. Y ese sí que tuvo implicancias.
Entonces, cada año, comienza el ritual, me paro frente al espejo y -al igual que Julio César- me digo: “los idus de marzo han llegado y hasta ahora, nada pasa”, pero –como en la historia aquella- siempre hay alguien –o algo- que hace tambalear mi pretendida seguridad.
Y así, cada año colecciono una nueva muñequita de porcelana, de ojos ensangrentados, que pongo junto a las demás, en pequeños ataúdes sobre mis repisas, donde reposan todas, recordándome, por los años y los años, que cuando te fuiste, algo moría contigo.
Y así, cada año, espero que lleguen los idus de marzo, y que me asesines en las gradas de algún Senado, porque no hay bendición más grande que morir por tu mano. Y no hay sensación más deliciosa, que derrumbarme por dentro, cuando me miras con esos ojos, que son el verdadero terremoto de marzo.

No hay comentarios: