¿Y el día del varón?
Una vez más, las masas se ven sobornadas, vendiendo su alma por un pequeño gesto; embobadas e hipnotizadas se comen el dulcecito.
Me dirán algunas que es justo celebrarse, y lo bien que se siente que le lleven rosas, reconocimiento y chocolates, a lo que es menester contestar que para eso, no es necesario instituir un día en especial, sino que eso debiera ser el comportamiento normal y periódico de la gente que se quiere (paso el dato, también sería bueno, de vez en cuando, un engañito a los varones).
“Días de la mujer”, y otras medidas de “solidaridad de género”, a mi entender, no hacen sino que profundizar las diferencias, al tratar de nivelarlas nada menos que con el vaivén de un péndulo.
Porque las diferencias, el machismo y todas esas vainas tan perniciosas, no desaparecerán mientras existan madres que impongan a sus hijos varones el “los hombres no lloran”, “los hombres no cocinan”, “los hombres pagan la cuenta”, “las mujeres no toman la iniciativa” y tanta otra borra social que se ha ido acumulando con los siglos. Aun habrá diferencias de género arbitrarias, si seguimos pensando que ser mujer es un valor en sí mismo.
Aún habrá que dejar dulcecitos de “día de la mujer” y otros placebos, si seguimos tratando a las mujeres como discapacitadas, incapaces o como estúpidas, con todos esos subsidios emocionales, con esa detestable solidaridad de género, o esa absurda presunción de que la mujer siempre es buena, sufrida y trabajadora.
Ya es tiempo de predicar la igualdad, pero con acciones concretas, del día a día. Ya es tiempo de decirle a la mujer –que la tratamos como paralítica social- “toma tu camilla de siglos de prejuicios, y axiomas errados, déjala, y anda”…
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