
Y se ha promulgado la “ley del menor esfuerzo” como regla de vida. No hay desafíos, ni sueños, apenas si se piensa en cómo conseguir caviar para aderezar un churrasco para la cena, pero no hay plan alguno para conseguir siquiera un mendrugo para el desayuno de mañana.
La gente ha puesto en los altares a traficantes, prostitutas famosas, y ha relegado al salón de los idiotas a quienes estudiamos hasta quedar intoxicados con ese polvo negro con que trabajan las fotocopiadoras…
“¿Para qué sacrificar familia?, ¿para qué sacrificar trabajo?”, se preguntan en los slogans de ciertas “universidades”, mientras que uno escuchó el primer día de clases: “olvídense de la familia y de las amistades, y si además trabajan, olvídense de dormir…”.
Al final, uno, que buscó la puerta angosta, la excelencia, queda como el idiota, el estúpido que no se dio cuenta que había un atajo…
(El problema, es que en las Universidades serias –y en la vida-, uno no aprende llegando al final, sino sólo recorriendo el camino).
(INFO:
http://www.lnd.cl/prontus_noticias_v2/site/artic/20080713/pags/20080713002217.html
http://www.periodismo.uchile.cl/contintanegra/2004/Mayo/economia1.html)
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