martes, 5 de septiembre de 2017

El puente.


A uno le acomodaría más que Dios destruyera todos los puentes que uno cruza; que pusiera señales de “no virar en u” en todas las esquinas; que arrancara todo retrovisor de nuestros vehículos; y que mandara a un Querubín a quemar por nosotros aquellas cartas y aquellos discos…
Que nos pusiera zapatos venenosos, para ir matando los caminos a medida que los andamos.
Pero no… ¡tenía que darnos libertad!, ¿no?...
Que tras nosotros cayera fuego y azufre del Cielo quemando las ciudades visitadas; que las pestes de Egipto se hagan un festín con nuestro pasado. Nos vendría bien que Dios cerrara las aguas tras nosotros… Nos acomodaría ir de isla en isla, empezando de cero en cada una, y con aguas infestadas de tiburones… Pero no… Ahí está el puente aún.

Intacto.

No hay comentarios: