martes, 5 de septiembre de 2017

El guardavía.


Entonces, siempre que me arriesgo, y cruzo la línea férrea, y mi automóvil termina como el bandoneón de Piazzola, me siento a la vera del camino.
Y siempre lo mismo: me culpo golpeando el suelo con mis puños hasta sangrar; me siento un imbécil por haber mordido el anzuelo; me desespero porque aun no termino de pagar el auto destruido; me siento un temerario con mal cálculo; y cuando no puedo sentirme peor, llega el guardavía, ese despreciable personaje que a todos nos ha tocado conocer: siempre actúa ex post y cuando me ve así, destrozado, y mi auto como acordeón, dice algo como: “

¿No vio la señalética?... No diga que no se lo advertimos...”…

No hay comentarios: