
Hace un tiempo, conocí al padre de una amiga. Obviamente, me preguntó qué hacía en la vida, alcancé a contestar que estaba (Dios mediante) terminando la licenciatura en ciencias jurídicas, cuando se lanzó un discurso contra el sistema de Corporación de Asistencia Judicial, y la forma de esclavitud a favor del Estado (según él) que tal sistema envuelve (él tiene a una hija "estudiando Derecho" en la UDLA :S); contesté –cosa en la que creo- que no sólo debe mantenerse esa ayuda (paupérrima y precaria por lo demás) a la comunidad, sino que debería instaurarse en varias carreras más. No alcancé a terminar de decir eso, cuando se lanzó un incendiario discurso contra “los pobres”, contra los programas sociales de estos gobiernos, y contra todos esos “parásitos” que profitan de tales programas.
Me asombré. Pensaba que tales estereotipos sólo eran para teleseries o para discursos de Moreira, pero no me imaginé jamás que la gente real, común y corriente, tuviera tales ideas. Sólo escuché, con rabia contenida, con algo de pena, y reafirmado cada vez más, que yo sí creo en un mundo mejor, con igualdad de oportunidades, en que prime la solidaridad más que el cálculo económico… En que si uno entra a la carrera de Derecho, sea porque crea en un orden justo, en la Justicia, en la posibilidad de cambiar un poco al mundo, y no calculando que en cinco años, comenzará a recuperar la inversión (5 años en la UDLA, se entiende; más de 8 en una Escuela seria).
Evidentemente, me despedí como todo un caballero (que soy, por lo demás) y me retiré. Creo en la tolerancia para con los intolerantes.
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