- ¿Qué es eso de Schopenhauer, Dostoievski, y noséquiénmás? Eres uno más de esos fanfarrones que se tatúan en la frente los títulos de los libros que leen. Fanfarrón, idiota y disfuncional… - Apuesto que tus tatuajes van por el lado de Coelho , Napoleón Hill, y Pilar Sordo. - ¡Sabelotodo! - Mira quién habla. - ...Cuando el café se enfría, ya no sabe bien...
-No puedes
culparme por buscar la felicidad. Necesitaba a un hombre más civilizado, menos
bestia que tú… -le dijo ella, clavándole esos fríos ojazos suyos.
- ¿Es que
hay algo objetivo llamado felicidad? Yo
creo que Schopenhauer se anotó un punto:
la palabra felicidad es un mero eufemismo… -interrumpió él, sin mirarla, con
los ojos puestos en el horizonte.
Hubo un silencio en que ella lo quedó mirando con un
dejo de decepción e incredulidad.
- A veces olvido por qué nos separamos. Pero tú eres un
permanente post it que me lo
recuerda: contigo no se puede ser feliz –replicó ella, comenzando a revolver nerviosamente
el café.
- No me puedes culpar a mí, no hay nada allá afuera que
se pueda llamar felicidad. La felicidad no es más que un cóctel de químicos
cerebrales que nos hacen sentir menos desgraciados –le dijo, mirándola esta vez
a los ojos.
- Como sea. Tu infelicidad es un crimen de la peor especie,
tu poco apego a la felicidad es peor que una venérea.
- Esa es una acusación injusta –interrupió él-, es como si me culparas por tener resistencia a
la insulina o intolerancia a la lactosa. Hay algunos que traen mejor dotación
de drogas fabricadas en el alambique cerebral… Si hay alguien culpable, esos son
los genes. Hay personas predispuestas a la felicidad y otras no. Punto.
- Pero pareciera que tú te regocijas en la infelicidad…
En cambio, todas las personas normales, por desgraciadas que sean, buscan ser
felices… -reprochó ella.
- Bueno, la
tendencia a buscar la felicidad es un instinto: venimos con eso de fábrica, como parte del “service pack” de preservación de la
especie. Venimos con herramientas genéticas para ser felices, porque siendo
felices pensamos que la vida vale la pena, nos preservamos y tendemos a
procrear.
Eso es lo
que hay detrás de eso llamado felicidad: Instinto y predisposición química. No
hay nada más –apuntó él con energía.
Hubo un
corto silencio. Entonces él agregó:
- …Las
personas “depresivo-suicidas”,
entonces, en el fondo, hemos vencido un instinto, y una narcoadicción. Se podría
incluso decir que eso nos hace más civilizados; ergo, los suicidas somos, desde esta perspectiva, más humanos y
menos bestia…
Hubo un
silencio, y ante el estupor de ella, él remató diciendo:
- Entonces,
¿volvemos o no? – mientras llevaba la taza de café a la boca.