Siempre pensé que me enamoraría en ciertos lugares. Siempre creí que el amorsh de mi vida saldría o del liceo o de la parroquia.
¡Qué huevada más grande!
Al final, el amor lo sorprende a uno en los lugares y por los medios más impensados.
El amor te da por donde quiere, y no por donde lo esperas. Los griegos -una vez más- tenían toda la razón al representar a Eros como un cabro chico mal criado e impredecible. Insufrible, intratable. ¡Malditos griegos, siempre tienen razón!
…Así no ma’ con el amorsh.
(p.s. Mhhh… Ahora que lo recuerdo, luego de aplicarme mi Gamalate endovenoso: En realidad algo tuvo que ver la parroquia en todo ésto, era que no… ¿Recuerdas?)