
¡Esto es el Colmo!
Sí, créanlo: hoy viernes 18 de Diciembre fui objeto dos veces (sí, ¡dos veces!) de un control de identidad. Esta es la forma más rápida de aprender Derecho Procesal Penal, algo así como “al estilo Inacap”: aprender haciendo.
Todo comenzó el día en que mis vecinos lograron su cometido de no dejarme memorizar ni una frase más con sus persistentes ruidos molestos, lo que me obligó a explorar los más alejados rincones de Quillota para estudiar. Esta comuna, en ese sentido, es un lujo: a menos de una hora de caminata, me encuentro en Rautén, perdido en una absoluta y deliciosa soledad, con aire puro y valioso silencio para seguir masticando Civil.
Con civilístico afán, hoy, por segunda vez este mes, me instalé “a hablar solo” a la sombra de un acacio, a una cuadra del Monasterio de las Monjas Benedictinas de Rautén, y a la altura de una portentosa casa patronal (¿está de más que diga que me instalé en la berma, en plena vía pública, y a una distancia considerable de la entrada a la parcela donde está la casona?).
Para hacer corta la historia, el “patroncito”, que llegaba en su Chevrolet doble cabina, año 2009, me preguntó, bajando el vidrio, pero sin bajarse de la camioneta, si yo buscaba a alguien. Yo, que no estaba para preguntas filosóficas del porte de “qué busco yo en la vida”, sino que me encontraba en plena faena de la prelación de créditos, le canté un parco “no”, y seguí metiéndome artículos por donde pude.
¡Tate! A los 15 minutos llegó un par de motos verdes (y no era Greenpeace), con sendos funcionarios del mismo color, quienes en forma muy poco festiva me pidieron mi cédula de identidad (menos mal que la andaba trayendo). Entonces, he ahí el dilema: preguntar qué hecho hacía de esta ocasión un “caso fundado”, en los términos del artículo 85 del C.P.P., (y esperar que el paco me mirara como si le hubiese hablado en alguna lengua muerta), o hacerla cortita, y seguir con la prelación de créditos. Mi espíritu práctico pudo más. Me anotaron en una libreta, verificaron “con la central” si tenía antecedentes, órdenes pendientes, o quésésho, y listo.
Seguí con Civil.
Pero luego, volvió el patroncito, esta vez a pie (pero con la llave de la Chevrolet en la mano), y me habló en tono bien rimbombante, preguntando qué diantres hacía yo allí. “Estudio la prelación de créditos, pero no atiendo consultas gratis”. Luego de dimes y diretes, le dije que no me movía de allí, hasta llegar a la segunda clase de créditos por lo menos, y que se acostumbrara, porque me gustaba el lugar (vía pública, insisto) y volvería la próxima semana; que no era delincuente, y que es lo único que le bastaba a él saber. Le pregunté su nombre y dijo llamarse Rodrigo Moreno, presidente de la junta de vecinos de Rautén, aunque tengo dudas de si me dio su verdadero nombre y más todavía de su representación vecinal.
No me moví, y seguí memorizando, y él entró de nuevo en su casona.
¡Tate de nuevo!, a la media hora, otra pareja verde aterrizaba. Les dije (ya entre risas) que no me dijeran nada, y les pasé mi cédula. Les expliqué que me tenían de casero, que era el segundo control del día, y los detalles de toda la situación, y los pacos rieron de buena gana; y me desearon buena suerte en el Grado (estos pacos eran mucho más simpáticos).
Con estos episodios a uno no se olvida el artículo 85 del C.P.P., nunca más en la vida.
Igual voy la próxima semana: no me pierdo mi tercer control de identidad… Para repasar materia.
(Espero no terminar estudiando Derecho Penitenciario no más… :S )